El denominado giro afectivo de las ciencias sociales ha supuesto al mismo tiempo una ventana de oportunidad y un reto metodológico para la ciencia política. La incorporación de las emociones a la investigación en esta disciplina permite avanzar en la explicación de los fenómenos políticos, al mismo tiempo que contribuye al desarrollo de nuevas técnicas de análisis. Desde un enfoque teórico el tratamiento que se ha dado al estudio de las emociones es amplio y diverso (Bodei, 1995; Solomon, 1993; Damasio, 1994, 2003; Elster, 1999a, 1999b; Nussbaum, 1994, 2004 y 2008), pero desde el punto de vista empírico esta cuestión se complica aún más. Uno de los principales problemas con el que nos encontramos es cómo y qué emociones medir. No existe acuerdo en el ámbito de la psicología cognitiva, y mucho menos en el de la ciencia política, sobre cuáles son las emociones que se deben medir para explicar el comportamiento político y electoral. En el Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela lleva casi diez años midiendo las emociones hacia los actores y procesos políticos a través de la encuesta. Fruto de ese esfuerzo investigador hemos construido un banco de datos con encuestas a nivel internacional, en países como Portugal, México y Ecuador, a niveles estatal, autonómico y local. Partiendo de las propuestas de Marcus, Newman y MacKuen (2000), y con la experiencia midiendo las emociones a través de encuesta a lo largo de estos años, desde el EIP hemos desarrollado una forma de medición propia que hemos ido ajustando en las diferentes encuestas. El objetivo de esta ponencia es validar el diseño y aplicación e modelo desarrollado por el EIP para medir emociones a través de encuestas e identificar y proponer soluciones para los posibles inconvenientes y desafíos que esta forma de medición nos plantea.