Los conflictos socio- ambientales no son exclusivamente una evidencia del paso de la sacralización a la cosificación de la naturaleza. Éstos son, principalmente, promotores de la “cultura de la emergencia” (Manzini y Bigues, 2000: 19), o de la “cultura de la catástrofe” (Latouche, 2008: 255) que puede dar lugar a la ampliación de la concepción liberal de ciudadanía. Ciertamente, con el objetivo de “dinamizar” y/o de “dinamitar” la relación instrumental entre el/la ciudadano/a y la administración (Holeindre, 2010: 95- 101), se han puesto sobre la mesa diversas propuestas normativas que reformulan la visión atomista del individuo y ponen el acento sobre la participación ciudadana en la esfera pública. Éstas van desde la “florestanía” (Gudynas, 2003), la “ciudadanía ecológica” (Anderson) hasta la “eco- ciudadanía” (Bernad, Chaïd y Thorez entre otros).

La siguiente comunicación tiene como objetivo último responder las siguientes cuestiones: ¿Qué transformaciones han producido los conflictos socio-ambientales en el modelo clásico de ciudadanía?, ¿Hasta qué punto “la cultura de la catástrofe” permite avanzar hacia lo que viene llamándose ciudadanía ecológica? Para ello, en primer lugar, realizamos un mapeo de las definiciones que se enmarcan en el debate de la ciudadanía ecológica. En segundo lugar, presentamos el análisis de las transformaciones en los elementos que definen, a nivel normativo (participación ciudadana, relación biosfera- tecnosfera, comprensión sistémica del ecosistema, etc.), la ciudadanía ecológica a través del estudio de ocho conflictos socio- ambientales que han tenido lugar entre 2000 y 2007 en las Comunidades Autónomas del País Vasco y de Cataluña.