De todas las instituciones que conforman el organigrama del Estado, una de las menos conocidas es la de los Servicios de Inteligencia, de los que se desconoce prácticamente todo: su funcionamiento, sus competencias y controles en un Estado de Derecho, es decir, en una democracia. Esto se está tratando de solventar a través de la denominada “Cultura de Inteligencia”. Para la mayoría de ciudadanos la percepción de los mismos es deformada, en parte por el éxito que estos temas han alcanzado siempre en el cine y la literatura; siendo, pues, el resultado una mezcla de desconfianza y fascinación. Se necesita que dicha cultura acerque al ciudadano a una labor tan importante que comience por desterrar los mitos y las deformaciones. Esto será posible a partir de la implantación del Nuevo Paradigma, basado en la prospectiva y la concepción holística. Y es que el mundo del s. XXI ha cambiado y los servicios de información occidentales más lúcidos son muy conscientes de que su misión tradicional ha quedado obsoleta. Que no podemos dar respuestas nacionales a problemas transnacionales y que la verdadera inteligencia no es otra que aquella que defiende los derechos y libertados de los seres humanos.