Nos encontramos en un buen momento para contrastar si las perspectivas más pesimistas sobre la progresiva alienación política de la población española se han cumplido; o si por el contrario ha habido algún cambio en las tendencias de estos fenómenos negativos (desencanto, desafección, cinismo) descritos a inicios de la década de los 80. ¿Hasta qué punto se han alterado los patrones actitudinales observados durante la transición? Hay motivos para pensar que diferentes factores han podido incidir en la evolución de algunas de las principales actitudes políticas. Por un lado, la economía española ha pasado por diversas fases que se han sucedido junto a cambios sociales que han repercutido en los patrones de socialización política familiar. Asimismo, el aumento de los niveles agregados de educación y conocimientos en la ciudadanía, y la penetración de las nuevas tecnologías, especialmente Internet, son también elementos que podrían haber impulsado actitudes más activas y participativas. Finalmente, las dinámicas políticas también son una fuente constante de estímulos capaces de realinear las actitudes políticas. Tiene sentido preguntarse si la normalidad democrática potencia las percepciones positivas de la política, o si los escándalos de corrupción han agravado algunas de estas percepciones.