Resulta dificil encontrar un término de lindes tan desdeibujadas como el de “democracia”; encontramos incluso cómo un mismo sujeto, dependiendo de la coyuntura o de la oportunidad politica, lo utiliza a conveniencia: ora canta las excelencias democráticas de la movilización ciudadana, ora denuncia la manipulación o los intereses ocultos que guían a esa misma masa movilizada. La irrupción de la red contribuye aún más a este uso laxo e interesado. Sin embargo, desde dos ámbitos muy distintos (los gobiernos occidentales de un lado, movimientos ciudadanos críticos de otro), se ha pretendido descubrir en dos acontecimientos bien distintos y distantes (las revueltas del mundo árabe en el primer caso, los ciberactivistas de Anonymous en el segundo), el evidente carácter democratizador de los media, muy especialmente de Internet. No obstante, este carácter democratizador es cuestionable y, pese a reconocer que la red permite desarrollar vías de contestación social, esto ni garantiza la bondad democrática de las moviliaciones, ni apunta necesariamente a un mayor control democrático; más aún, podríamos defender justamente lo contrario: un mayor control del poder por parte de las corporaciones mediáticas de un lado, un cada vez mayor control de los técnicos de otro.