La destitución de la presidente Dilma Rousseff en Brasil señala el colapso de un ciclo histórico que se caracteriza por la aparición de varios gobiernos progresistas en el subcontinente sudamericano (Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela). Este período tuvo como peculiaridades más notables el ascenso de líderes populares, la estabilidad institucional democrática, políticas de inclusión social y el fortalecimiento de la integración regional a través de las relaciones multilaterales, tanto en términos políticos y económicos. Por otra parte, fue un tiempo favorecido por el boom de las exportaciones de commodities, lo que permitió que muchos de estos países habían adoptado políticas desarrollistas abandonadas en el período antepuesto de la hegemonía neoliberal. Nuestra hipótesis es que la deposición del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil refleja un movimiento regional de la subida de los ideales conservadores que es inseparable de la crisis económica y de la definición del modelo de desarrollo de estos países, cuya combinación pone en cuestión incluso la propia fuerza de la democracia como sistema político, y reintroduce una agresiva agenda de liberalización económica y la reducción de los derechos sociales. En el plan de las relaciones internacionales, ha habido una tendencia a abandonar ejes como la integración regional, la política de “autonomía a través de la diversificación” y el fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur. Debido a los cambios ocurridos en la región en la última década y a su importancia política y económica y su protagonismo internacional a principios del siglo XXI, los caminos elegidos por Brasil en este nuevo escenario tendrán una influencia decisiva en la conformación de la agenda democrática, de la protección social, de la integración regional y de la propia inserción de estos países en el orden internacional.