La cuestión de la identidad saharaui, cultural y política, ha sido objeto de extensos debates: inducida por el colonialismo, inexistente, inacabada, meramente tribal, etc. Cuatro décadas después de la salida de los colonizadores españoles, la división y la dispersión de la población, y las experiencias de la ocupación, de la guerra, del exilio y de la creación de un cuasi-estado, la situación actual vuelve a poner en el primer plano la cuestión de la identidad. Por una parte, el gobierno de Marruecos, tras decenios de negación de la identidad saharaui y la persecución de algunas de sus manifestaciones, ha introducido cambios en la gestión de esta cuestión: por primera vez, la Constitución de 2011 hace referencia a ello como uno de los componentes de la identidad nacional marroquí. Incluso favorece la “saharauización” de los marroquíes instalados en las Provincias del Sur, y admite el hecho identitario saharaui siempre que sea solamente cultural. Todo ello da pie a una instrumentalización política tanto por parte de las autoridades como de ciertos grupos en busca de privilegios. En cuanto al Frente Polisario, éste gestiona un fenómeno que no es nuevo pero que se ha convertido en más pertinente : una creciente afirmación identitaria política saharaui en las zonas ocupadas y en el sur de Marruecos, cada vez más visible, que es un activo más en la confrontación entre Marruecos y el movimiento de liberación nacional. Marruecos se ve así obligado a encarar un hecho nacional, ineludible e irrefutable, poniendo a prueba su sistema legal y político.