El procés ha vertebrado y condicionado el comportamiento político de los catalanes durante casi una década. De este enfoque estructural para la explicación del comportamiento político en Cataluña, emerge una dimensión emocional, donde el procés ha construido una sociedad emocionalmente dividida (Lagares et al., 2022).

Hasta el año 2021, un lado de la fractura estaba dominado por un conjunto de emociones con una arquitectura coherente y homogénea. Se vehiculaba fundamentalmente por emociones positivas y representaba al clima emocional de aquellos que respaldaban el procés. Al otro lado de la fractura, se encuentra el antiprocés, cuya dinámica emocional se caracteriza por emociones negativas, aunque con arquitecturas emocionales más diversas que se encuentran mínimamente cohesionadas por la ansiedad (Lagares et al., 2022).

La salida de Junts del gobierno de la Generalitat, bajo la presidencia de Pere Aragonés (ERC), marca un cisma en la unidad dentro del bloque independentista. Dichos bloques ya no son tan nítidos y estables. Las geometrías en términos de acuerdos y pactos parlamentarios varían en función de su naturaleza.

Este nuevo ciclo político plantea nuevas incertidumbres. Aunque es probable que el régimen y la estructura emocional del antiprocés no hayan sufrido cambios significativos, resulta importante y relevante analizar si ha evolucionado el régimen y la estructura emocional de aquellos que apoyaban el procés y medir en qué medida lo ha hecho. ¿Persisten las estructuras emocionales coherentes y afines entre los partidarios del procés? ¿Se observa una fractura emocional entre los impulsores del procés?