Se puede decir que la modernidad en su experiencia democrática ha intentado que ideas de la verdad y libertad de pensamiento convivan en un mismo espacio. Las verdades, no como revelaciones, sino como una concordancia entre el mensaje, lo experimentado y el hecho son decisivas para haber determinado una epistemología racionalista. En este sentido cabe el opuesto del error y la mentira. Sin tal concepción del conocimiento la experiencia democrática se desenvolverá sin ética, sin límites. A su vez, resultará limitante en cuanto a la capacidad de convivencia. Este trabajo pretende hacer una crítica a la idea de pensamiento débil de Richard Rorty. Se plantearán las limitaciones del mismo para concebir una ética que permita la convivencia democrática con valores pluralistas, considerando los distintos espacios de actuación, desde el nacional hasta un futuro democrático universal.