El regreso definitivo del exilio del escritor granadino Francisco Ayala en 1976, después de cuarenta años de ausencia y participación en la vida pública española, contribuyó en conjunción con otra pléyade de autores de destacados autores de su generación (López Aranguren, Díaz del Corral, Maravall) a la recuperación del debate público en la política institucional, los ambientes intelectuales y el ámbito universitario.

Sus opiniones y orientaciones pragmáticas dirigidas a los poderes públicos sobre la dirección que debía seguir el incipiente proceso de Transición democrático, expresado y filtrado en las regulares tribunas de la prensa que escribió en el diario El País, y en menor medida, en ABC, en este periodo, estuvo mediatizado por las concepciones de orden general que el propio Ayala mantenía sobre el concepto de democracia. Estas habían venido fraguándose desde los años 30, cuando ganará la plaza en la Universidad Central de Madrid y comenzara a colaborar con Ortega y Gasset y el círculo de El Sol y Revista de Occidente, y cristalizaron en el otoño de su vida después de un dilatado periodo de maduración.

En suma, estas concepciones que gravitaron en torno a los diversos vectores que conformaban una sociedad democrática occidental, tenían que ver con la fuerte apuesta por el parlamentarismo alejado de cualquier tentación autoritaria; una sociedad civil y opinión pública sólida basada en la participación ciudadana; unos partidos políticos alejados de las grandes cosmovisiones ideológicas y centrados en la resolución de los problemas administrativos, técnicos y de gestión del ciudadano de a pie; y unos intelectuales al servicio de bien común no alineados con partidos, confesiones, grupos y grupitos cohesionados por intereses egoístas.