El concepto de decrecimiento se cuenta entre los conceptos más empleados en el debate sobre la forma que haya de adoptar una sociedad dispuesta a afrontar el reto de la insostenibilidad en el Antropoceno. Para la mayor parte de sus defensores, de hecho, no hay alternativa: solo podrá ser sostenible a nivel global una sociedad que renuncie al crecimiento económico indefinido -característico de la organización caitalista- y reduzca de manera drástica su impacto material sobre el entorno natural. Además de ecológicamente necesario, el decrecimiento se presenta como normativamente deseable: la comunidad humana resultante será más democrática y conducirá a formas más auténticas de vida; la armonía socioecológica vendrá acompañada de una mayor igualdad entre los ciudadanos sin por ello atentar contra su iibertad para vivir de manera autónoma. Hay que preguntarse, sin embargo, si estamos ante una descripción plausible: si el decrecimiento puede estar a la altura de su promesa. Este paper sostendrá que no es el caso, sometiendo el ideal decrecentista a un escrutinio crítico que revelará sus inconsistencias y sugerirá la necesidad de renunciar a su defensa como modelo viable para la sociedad sostenible del futuro, reduciendo así su papel al de un imaginario social capaz de influir sobre las disposiciones y actitudes individuales y de impulsar proyectos comunitarios de pequeña escala.