El comportamiento político no es exclusivamente un comportamiento racional resultado de la acumulación de información, sino que está condicionado por las emociones, los sentimientos, que generan en los ciudadanos los múltiples inputs políticos que reciben. En las dos últimas décadas son cada vez más numerosas las aportaciones que sustentan esta afirmación, y que tratan de profundizar en su análisis. La teoría de la “inteligencia afectiva” (Marcus, Nauman & Mackuen, 2000), los estudios de Redwlask (2006) sobre las emociones en el procesamiento de la información política o la importancia de la imagen y su efecto/afecto (Coleman, 2015) son un pequeño ejemplo del carácter novedoso e interdisciplinar de estos planteamientos. Como complemento a las teorías clásicas que tratan de explicar el comportamiento político, el estudio sobre las emociones y su relación con la política abre un amplio campo de trabajo que, desde la centralidad de la ciencia política, nos lleva a adentrarnos en áreas de conocimiento tan diversas como la psicología, las neurociencias o la comunicación. En este grupo de trabajo serán bienvenidos todos los estudios que desde una perspectiva u otra, ya sea teórica o empíricamente, contribuyan al estudio del papel de las emociones como condicionantes del comportamiento de los electores.