La ética de las migraciones se ha convertido en un fecundo campo de la filosofía moral que se encarga de dilucidar los principios generales de justicia en las migraciones.

Este trabajo investiga uno de los debates centrales entre los partidarios de las fronteras abiertas: ¿son las migraciones una cuestión de libertad o de justicia? El primero sostiene que la inmigración es un derecho humano que le pertenece a toda persona por igual independientemente de sus circunstancias. El segundo defiende un derecho subsidiario a migrar como forma de satisfacer las demandas de justicia global. Mientras los países ricos no cumplan con sus obligaciones redistributivas hacia los más pobres, no pueden cerrar sus fronteras.

Estos argumentos parecen entrar en una contradicción irresoluble. Por un lado, si la libertad de movimiento es un derecho humano, no debería subordinarse a la maximización de la justicia. Por otro lado, en un mundo no ideal como el nuestro, una política de fronteras abiertas serviría de poca ayuda a la hora de asignar prioridades, y sus efectos redistributivos serían inciertos, dado que las personas con menores recursos no suelen emigrar.

La solución, sostendré, pasa por un paquete de medidas redistributivas globales. Unas fronteras más abiertas, junto con otras medidas de redistribución, pueden ayudarnos a avanzar en la senda de la justicia, y solo cuando esta se logre cobrará sentido la inmigración como derecho humano.