Los acontecimientos que se han vivido en la frontera oriental de la UE durante el último año y medio como consecuencia del conflicto desatado en Ucrania, han afectado sin ningún género de dudas a las relaciones con la Federación Rusa. El interés por el control estratégico y comercial de la frontera oriental de la UE si antes de la crisis era ya una prioridad para la UE mostrada en su Estrategia Oriental, con el recrudecimiento de la crisis en las regiones orientales ucraniana, no ha hecho sino incrementarse. Las razones de este interés que en un primer momento se vinculaban, quizás, más a cuestiones de tipo económico, en estos momentos, sin embargo, se plantean en términos de seguridad europea. Así, varias son las prioridades en este contexto. En primer lugar, el mantenimiento de la perspectiva europea para países como Moldavia o Georgia implica una mayor proactividad en la resolución de los conflictos congelados en estos dos países. Y la única posibilidad de la que se dispone para ello es la cooperación con la Federación Rusa. En segundo lugar, la cuestión de la seguridad energética, para ello la UE debería tender a una menor dependencia energética desde Rusia, pero esto lleva tiempo, por tanto, en el medio plazo, de nuevo la cooperación con Moscú será esencial. Y, por último, en el ámbito de la esfera global,  en cuestiones tales como la lucha contra el terrorismo o la intervención en conflictos en otras regiones tales como Siria, también será esencial la cooperación con Rusia. Parece evidente que será necesario el diálogo permanente con Moscú. De ahí que ya se estén explorando nuevas formas aproximación a la frontera oriental que deberían fundamentarse, en todo caso, en unas relaciones pragmáticas con Moscú.