Esta ponencia pretende aportar una dimensión histórica al estudio de la gestión política de problemas públicos sobrevenidos. Todo sistema político es sometido a una presión pública cuando se produce un desastre, una catástrofe o un problema imprevisto que es recogido en los medios de comunicación. En el caso de regímenes políticos de legitimidad cuestionada –como fue el caso de la dictadura franquista- el impacto de un siniestro de dimensiones públicas representaba una potencial amenaza para las autoridades, más allá de la tragedia humana o las pérdidas materiales que se hubieran producido. El régimen contaba, naturalmente, con la censura para silenciar o dosificar la información con el objetivo de amortiguar todo lo posible dicho impacto. Pero ni contaba con un Estado de recursos sobrados para resolver una situación de emergencia con solvente rapidez, ni disfrutaba de un respaldo social capaz de transferirle una legítima autoridad que le dotase de margen de actuación en una situación excepcional. La capacidad de maniobra de las autoridades del régimen -como su legitimidad- había de buscarla en el apoyo jerárquico de la superioridad. Si la respuesta del sistema era insuficiente, el descontento podía ser dar lugar a protestas espontáneas e, incluso, ser capitalizadas por los grupos clandestinos de la oposición.

A lo largo de las décadas de dictadura hubo incendios, explosiones, inundaciones, bien fortuitas o bien intencionadas, a las que tuvieron que enfrentarse las autoridades. Para acometer este estudio, hemos adoptado la perspectiva de la máxima figura política en las provincias: los gobernadores civiles. Ellos eran los encargados de recabar soluciones de Madrid y, también, eran los coordinadores de la ayuda en colaboración con los responsables locales, alcaldes o presidentes de diputaciones. Los gobernadores ocupaban un espacio de liderazgo público notable a través del cual podemos realizar un seguimiento de las formas de gestión política en situaciones de crisis. Como colofón de esta ponencia se examinará si esos modos de gestión pervivieron, incluso, durante los primeros compases de la transición democrática.