Luego de que, a principios de la década de los 2000, América Latina viviera una oleada de gobiernos “posneoliberales”, las izquierdas padecieron ingresaron en una nueva fase de crisis. Pese a que todavía subsisten viejas experiencias progresistas –y a que incluso se han sumado otras nuevas—, la conversación pública regional ha girado nítidamente hacia la derecha, favoreciendo posiciones cada vez más radicales. Los factores estructurales –asociados a la caída de los precios de los commodities—, pero también la inercia política, las disputas de poder entre líderes con una fuerte impronta decisionista, explican, al menos parcialmente, la situación crítica del progresismo regional. Asimismo, la conversión de discursos otrora radicales en parte de una cultura hegemónica, dan cuenta de la incapacidad de estas fuerzas para recalibrar sus narrativas políticas. ¿Por qué la izquierda parece incapaz de articular un nuevo discurso crítico? ¿En qué se funda su incapacidad actual para esbozar un programa social que convoque a nuevas mayorías? ¿Cuáles son las razones por las que ha perdido pregnancia ante la “rebeldía de derecha”? El presente trabajo intentará responder a estos interrogantes asumiendo una perspectiva de historia política centrada en las tradiciones organizativas e ideológicas de las fuerzas de izquierda en la región y tomando como base el estancamiento, no solo de las políticas concretas de las izquierdas, sino también la de sus propias narrativas ideológicas.