El PSOE siempre ha mantenido una relación difícil con el concepto de nación española.  Así lo preludiaba la fundación del partido un simbólico 2 de mayo de 1879 y así lo atestigua la particular relación del socialismo español con los nacionalismos periféricos. Históricamente el PSOE se ha caracterizado por  un proyecto político de modernización social con arreglo a los principios del socialismo. Un socialismo que comenzó encarnando un proyecto de clase y marxista para terminar inspirándose en la socialdemocracia europea. En el desarrollo de este proyecto el PSOE ha considerado la cuestión nacional un problema subalterno cuyo potencial modernizador podía ser aprovechado dialécticamente a favor de sus intereses. De aquí que en su centenaria historia el PSOE haya apoyado su discurso en nacionalismos de distinto signo en función de la coyuntura política y sin merma alguna para la coherencia de su programa político.

Uno de los ejemplos que mejor ilustra la capacidad del partido fundado por Pablo Iglesias para cambiar de posición en la gestión de la cuestión nacional lo ejemplifica su trayectoria en la Transición. En el Congreso de Suresnes de 1974 el PSOE se configuró ideológicamente como un partido radical de clase que evitaba conceptos como "España" o "nación española" y reconocía el derecho de autodeterminación de “las nacionalidades ibéricas”. Ocho años más tarde, y tras la victoria en las elecciones de 1982, el mismo Felipe González se enorgullecía de ser considerado en el extranjero un  “nacionalista español”.

En esta ponencia quiero analizar el proceso de reformulación de la posición del PSOE para con la cuestión nacional en la Transición, atendiendo, también, a las conexiones del periodo  con el legado del PSOE anterior a la Guerra Civil, así como con el posterior desarrollo de la cuestión hasta nuestros días.