El artículo se propone, a partir de un enfoque de process tracing, identificar y analizar los factores específicos y distintivos del retroceso democrático en Guatemala de acuerdo con la tipología de Thomas Carothers sobre la “zona gris”. Se parte de la hipótesis de que constituye un caso típico de opportunistic authoritarianism dado que tanto el gobierno de Jimmy Morales (2016-2020) como el de Alejandro Giammattei (2024-2028) socavaron mecanismos e instituciones democráticas desde el impulso de una agenda regresiva en materia anticorrupción y de derechos humanos por parte de lo que se denominó popularmente “pacto de corruptos” hasta el intento de impedir la transición del poder ejecutivo tras la victoria sorpresiva del candidato progresista y antisistema Bernardo Arévalo. En ese sentido, al interpretarse este retroceso democrático como una respuesta a la lucha anticorrupción y la prolongación de la crisis política (2015-2019) que conllevaron a un cuestionamiento generalizado a lo que la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) y el Ministerio Público de la época denominaron “captura del Estado”, este artículo se centra en los actores políticos internos que impulsaron el opportunistic authoritarianism, la ambivalencia de sus acciones y sus diferencias más visibles frente a otros casos de retroceso democrático en la región. Esto en contraposición a la idea de resiliencia o equilibrio democrático de Levitsky porque, aunque hubo transición de poder en enero de 2024 y el sistema guatemalteco nunca llegó a ser una democracia plena tras la promulgación de la nueva Constitución en 1985 y de los Acuerdos de Paz de 1996, pudo observarse entre 2017 y 2023 un declive significativo con relación sus procesos de inestabilidad y estancamientos democráticos previos, los cuales podrían condicionar el futuro político inmediato del país.