A lo largo de quinientos años la obra de Maquiavelo ha generado una extensísima literatura, a pesar de lo cual no se ha conseguido establecer una interpretación única de la misma. En la actualidad se sigue discutiendo en torno al sentido de algunos de los más importantes motivos maquiavelianos. Frente aquellos estudios que parten desde una perspectiva filológica o histórica y que quieren limitar a Maquiavelo a un caduco periodo de la historia de las ideas, debemos tratar de reafirmar su legado como actor político capaz de elaborar juicios atemporales en torno al ámbito institucional.

El pensamiento maquiaveliano no puede ser desvinculado del ámbito práctico con el que interactuó el autor. Ciertamente no cabe la posibilidad de pensar su obra como producto de los esfuerzos de un erudito humanista que, mediante el uso de una reflexión sistemática, analítica y aséptica, contribuyó al nacimiento de lo que hoy llamamos Ciencia Política. Maquiavelo es fundamentalmente un político, lo cual debe ser puesto en valor atendiendo al ámbito práctico en el que nos movemos, aunque pueda resultar paradójico, en el terreno de la teoría política. Por tanto, su señalada tendencia a presentar máximas contradictorias en diferentes pasajes no debe ser interpretada como una tara o una incapacidad para desarrollar un sistema coherente en términos filosóficos, como así ha señalado Francesco Bausi entre otros, sino en cambio como resultado de las contradicciones inherentes al ejercicio de la política.

Maquiavelo dedicó por completo su vida al servicio de su amada patria, y a partir de esa experiencia fue configurando su saber político. Ya en su época como secretario de la Segunda Cancillería podemos encontrar fragmentos de sus textos, en especial en las cartas cancillerescas, que nos permiten acceder a los primeros esbozos de su pensamiento. De ese modo las reflexiones teóricas aparecieron como plasmación en forma de texto de toda su dilatada experiencia dentro de la práctica en el ámbito público. Uno de los debates más significativos dentro del cual intervino a través de sus actos y su obra, tal y como sostiene Maurizio Viroli, es aquel relativo al uso de la honestidad y la falsedad en el ámbito de las relaciones internacionales. Este último es tan solo un ejemplo de cómo su pericia devino en la elaboración de lo que pasarían a ser textos de referencia en torno a la consecución y el mantenimiento del poder político.