La literatura filosófico-política sobre la transformación digital insiste habitualmente en las semejanzas entre el poder totalitario y el poder digital derivado de la confluencia entre macrodatos, algoritmos y tecnología digital. Esta analogía no está exenta de problemas. En primer lugar, es necesario distinguir los sujetos del poder digital que pueden ser: las grandes empresas tecnológicas, los estados o el individuo. En occidente el primer sujeto es el más relevante: las grandes empresas tecnológicas. Por lo que respecta al poder digital de estas, la tesis de esta comunicación es que, si bien hay elementos comunes con el totalitarismo (en particular, el aislamiento de los individuos y la vigilancia permanente), se trata de fenómenos distintos por varias razones. En particular, porque el totalitarismo y el poder digital difieren en el modo en que el poder se manifiesta: en un caso mediante el terror y en el otro mediante la complacencia. Adicionalmente, el poder digital a diferente del totalitario carece de soberano (o de un solo sujeto que ejerza este poder solo), su finalidad es distinta y difieren, del mismo modo, las consecuencias de uno y otro para la democracia.