Los grandes desafíos globales de la humanidad en el siglo XXI, relacionados con la necesidad de afrontar el cambio climático y las disrupciones de la revolución tecnológica en la economía y el empleo, precisan de redes de protección para no abandonar a su suerte a los perdedores de las transformaciones que van a resultar necesarias. La renta básica posee el potencial de fortalecer la legitimidad de las democracias, proporcionando una sólida base de seguridad a los desfavorecidos en un mundo lleno de incertidumbres. Los populismos iliberales se alimentan del miedo y el descontento de una parte de la población que considera que la política no se ocupa de protegerlos ante la incertidumbre. Las políticas públicas de renta básica pueden contribuir a dar respuesta a la desafección política y la crisis de representación de las democracias contemporáneas. El impacto de su implementación muestra efectos positivos en la reducción significativa de la pobreza, contribuye al fomento de la autonomía personal y la capacidad de agencia de las personas, garantizando un nivel de vida digno para todos los ciudadanos. La renta básica ofrece una oportunidad como herramienta innovadora para fortalecer las democracias, promover la igualdad y construir sociedades más justas e inclusivas. Resulta necesario seguir avanzando en la investigación y el debate sobre su potencial para transformar positivamente nuestras sociedades. Elevar la calidad del debate público en torno a las políticas sobre bases racionales contribuye a la generación de consensos para su puesta en marcha.